Alimentos funcionales. Beneficios adicionales para la salud
A medida que avanzamos en la escala evolutiva, nos damos cuenta de que no sólo debemos comer por saciar el hambre, sino también para nutrirnos. Eso implica la conciencia que los alimentos que consumimos contienen; además de los nutrientes relacionados con la actividad metabólica normal del organismo humano, otros componentes químicos, capaces de proporcionar algún beneficio saludable adicional.
Tales sustancias, también denominadas "fitoquímicos", abundan en los productos de origen vegetal, tanto en los que se consumen de modo ordinario (frutas, verduras, legumbres, granos de cereales, entre otros), como en aquellos de consumo poco frecuentes (soja, té verde). Los efectos beneficiosos de todo este conjunto de sustancias han sido ampliamente divulgados y, en consecuencia, se ha despertado un vivo interés en el consumidor, dispuesto a proteger su salud a través de la alimentación.
En los últimos años, se ha podido identificar la naturaleza química de muchas de esas sustancias presentes en los alimentos, las cuales están vinculadas con actividades fisiológicas que resultan saludables para el organismo que los ingiere. Numerosos datos experimentales ponen de manifiesto su papel primordial en el tratamiento y la prevención de diversas enfermedades, algunas de ellas graves: cáncer, diabetes, hipertensión, alteraciones cardiovasculares, osteoporosis, defectos en los tubos neurales, función anormal del colon, artritis entre otras; o en la mejora de algunas funciones fisiológicas, como sucede, por ejemplo, en la salud gastrointestinal, gracias al efecto de los probióticos.
Aunque el término alimentos funcionales se originó en Japón, rápidamente se extendió por el mundo y quizás esa globalización, sea la razón por la que se les ha definido de diferentes maneras: "alimentos que, por virtud de la presencia de componentes fisiológicamente activos, proveen beneficios para la salud, más allá de la acción clásica de los nutrientes", "alimentos modificados o que contengan un ingrediente que demuestre una acción que incremente el bienestar del individuo o disminuya los riesgos de enfermedades, más allá de la función tradicional de los nutrientes que contiene".
Estas definiciones tan genéricas tienden a confundirlos con los llamados superalimentos y con los nutracéuticos. Un ejemplo es la avena, que puede ser considerada un superalimento puesto que contiene fibra soluble, que puede ayudar a disminuir el colesterol y además no ha sido modificada; sin embargo según la primera definición que hemos colocado también sería un alimento funcional.
El Centro de Información Internacional de Alimentos (IFIC) los define como "aquellos productos a los cuales intencionalmente se les adiciona un compuesto específico para incrementar sus propiedades saludables" y define como alimentos saludables a aquellos que, en su estado natural o con un mínimo de procesamiento, tienen compuestos con propiedades beneficiosas para la salud. Esta definición más específica nos ayuda a ubicarlos mejor, ya que un alimento puede convertirse en funcional porque ha experimentado algún cambio debido al procesamiento que conlleva a un aumento de sus propiedades saludables. Algunas formas de transformación serían las siguientes:
Eliminación de un componente conocido que causa un efecto perjudicial (proteína alergénica), como por ejemplo las leches infantiles en las que se eliminan una parte de las proteínas conocidas por su carácter alergénico.
Aumento de la concentración de un componente presente de forma natural en un alimento hasta un nivel en el que se produce el efecto deseado. Por ejemplo la adición de omega-3.
Adición de un componente no presente en la mayoría de los alimentos, con efecto beneficioso, como por ejemplo los pre- y probióticos que se pueden añadir a los yogures
Reemplazo de un componente cuya ingesta es normalmente alta y puede tener un efecto nocivo (ej. grasas), por otro componente con efecto beneficioso para el organismo.
Aumento de la biodisponibilidad o la estabilidad de un compuesto que produzca un efecto beneficioso o que reduzca el riesgo de padecer una enfermedad.
Se pueden considerar como funcionales, todos aquellos alimentos naturales, modificados o enriquecidos con: vitaminas, minerales, sustancias antioxidantes, fibra, probióticos, prebióticos, compuestos fenólicos (antioxidantes), compuestos azufrados, fitoesteroles, monoterpenos, entre otros.
Existen muchos alimentos a nivel mundial como por ejemplo barras de cereales destinadas a mujeres, suplementadas con calcio para prevenir la osteoporosis, o con proteína de soya para ayudar a reducir los problemas de la menopausia o panecillos energizantes y galletas con proteínas, zinc y antioxidantes añadidos, yogures con omega-3 y vitaminas.
Al menos en teoría, todas las personas que lleven una dieta equilibrada con aporte adecuado de nutrientes no necesitan tomar ningún suplemento adicional. Si esto fuese cierto, los Alimentos Funcionales quedarían reservados para personas con algún factor de riesgo. Sin embargo, la realidad social muestra que, en realidad, gran parte de la población se nutre de manera deficiente y tal vez por las prisas y el trabajo se le dedica muy poco tiempo a un aspecto tan importante como es comer bien. En este contexto, los alimentos funcionales pueden ayudar a llenar esas deficiencias que pudieran presentarse y convertirse en ese beneficio adicional que necesitamos.
Ramona Ávila Núñez, PhD
Referencias
Sedo Masis, Patricia (2001) Alimentos funcionales: Analisis general acerca de las caracteristicas Revista costarricense de salud Pública 10(18-19), 34-39
de Ancos, Begoña; Fernández-Jalao, Irene; Sánchez-Moreno, Concepción (2016) Compuestos funcionales en productos de IV y V gama. Revista Iberoamericana de Tecnología Postcosecha 17(2), 130-148