Vitaminas D3 y K2, una pareja sinérgica
Son varias y muy importantes las propiedades atribuidas a las vitaminas D y K, y en tiempos de pandemia, más importante aún, como resultado de las investigaciones recientemente publicadas en octubre de 2020, según las cuales la función inmunorreguladora de la vitamina D3 es prometedora para combatir la cepa de coronavirus SARS-CoV-2 (COVID-19) y podría reducir la mortalidad epidémica mundial. Además, las mismas sugieren que la suplementación con vitamina D3 esté acompañada con una ingesta de vitamina K2. Muchos expertos en nutrición consideran a estas vitaminas como sinérgicas, es decir, capaces de trabajar en conjunto potenciando sus acciones beneficiosas. La vitamina K2 contribuye a que la vitamina D3 ejerza sus efectos a la vez que previene los efectos adversos asociados a una suplementación excesiva con esta sustancia. Ambas vitaminas, trabajando en conjunto, fortalecen los huesos y mejoran la salud del corazón.
Para una vida activa es muy importante que nuestros huesos y músculos estén fuertes. Con el avance de la edad, el equilibro de degradar y regenerar sustancia ósea, se descompensa y se pierde masa ósea; es decir, los huesos pierden consistencia paulatinamente. Las hormonas, la alimentación y los medicamentos afectan las actividades del metabolismo en los huesos y pueden acelerar más el deterioro. Un estilo de vida activo con mucho movimiento es beneficioso para la salud de nuestros huesos y musculatura a cualquier edad. Además, nuestro aparato locomotor necesita una serie de micronutrientes. Entre ellos, se encuentran especialmente la vitamina D, la vitamina K2 y el calcio.
La vitamina D es un nutriente imprescindible para el desarrollo saludable y el mantenimiento adecuado de dientes y huesos. Es esta vitamina, la que ayuda a absorber el calcio, que junto con el fósforo deben estar presentes para la formación normal de los huesos. En la niñez, el cuerpo utiliza estos minerales para producir huesos. Si no hay suficiente calcio o si el cuerpo no absorbe el calcio suficiente de la dieta; la producción de hueso y los tejidos óseos pueden sufrir. La deficiencia de vitamina D puede llevar a osteoporosis en adultos o al raquitismo en niños.
La molécula de la vitamina D es liposoluble, es decir, que se encuentra disuelta en las grasas, y aunque existen hasta cinco tipos de vitamina D, el organismo humano solo es capaz de reconocer a dos de ellas: la vitamina D2 o ergocalciferol y la vitamina D3 o colecalciferol. Esta última, es más potente en comparación con el ergocalciferol.
La vitamina D2 puede encontrarse en alimentos vegetales y en algunos hongos, mientras que la ingesta de productos de origen animal como el pescado azul, los huevos y lácteos aumentará las reservas de vitamina D3. La exposición solar también es capaz de promover la producción de colecalciferol, motivo por el que se conoce a la D3 como la vitamina del sol.
Tanto el colecalciferol como el ergocalciferol son formas inactivas de la vitamina D. Antes de poder ejercer sus funciones beneficiosas, ambas sustancias deben ser metabolizadas por el hígado y los riñones para dar lugar a la forma activa de esta vitamina: el calcitriol. Por lo tanto, lo que diferencia a la D3 y la D2 es su origen. Sin embargo, numerosos estudios han demostrado que la vitamina D3 produce una mayor conversión a calcitriol, comparada con su análoga. Por esta razón, el colecalciferol es la forma favorita de vitamina D de la mayoría de los expertos en nutrición.
El rol primario de la vitamina D en el mantenimiento de la homeostasis del calcio y del fósforo, bien sea por incremento en la absorción de calcio intestinal o por su actividad en el metabolismo óseo; está muy bien estudiado. Sin embargo, la vitamina D también ejerce efectos sobre el sistema inmunitario, microendocrino de la vasculatura y en la disminución del riesgo de desarrollo de varios tipos de cáncer. Sus acciones sobre el sistema cardiovascular están fundamentadas en estudios que sugieren la ingesta de vitamina D para contribuir a prevenir patologías, tales como la arterosclerosis, hipertensión, resistencia a la insulina e hiperglicemia; factores de riesgos esenciales en la aparición del síndrome metabólico, el cual combina una serie de factores genéticos y asociados al estilo de vida que aumentan la predisposición a eventos cardiovasculares. Entre estos se encuentran la hiperglicemia, la hipertensión arterial, la dislipidemia y la obesidad abdominal, los cuales pudieran estar relacionados, directa o indirectamente, con la deficiencia de vitamina D.
Se podría decir que entre las funciones de la vitamina D3 están: la de inmunorregulador para combatir virus, prevenir el riesgo de desarrollo de distintos tipos de cáncer, aumentar la absorción de calcio intestinal, controlar los niveles de fósforo y calcio en el riñón, contribuir a la formación y renovación de tejido óseo y al fortalecimiento dental, ayudar a la contracción muscular, proteger el tejido neuronal contra el envejecimiento y minimizar los factores de riesgo para la aparición del síndrome metabólico.
Al igual que la vitamina D, la vitamina K también es una sustancia liposoluble cuya absorción mejorará si se ingiere en presencia de grasas. Se le bautizó como vitamina K por su efecto coagulante (en alemán, Koagulation) y aunque existen cinco variantes de esta vitamina, sus dos derivados naturales son la vitamina K1 o filoquinona, abundante en vegetales de hoja verde y la vitamina K2 o menaquinona, presente en alimentos de origen animal y en productos fermentados derivados de la soja.
Aunque ambas formas de la vitamina K son factores esenciales para la activación de las proteínas que regulan la coagulación y otros procesos metabólicos corporales igualmente importantes, la vitamina K2 se asocia a una disminución del depósito de calcio en los vasos sanguíneos, mejorando la salud vascular, mientras que vitamina K1 carece de esta propiedad. Se ha observado que las personas de edad avanzada, especialmente mujeres, que mantienen niveles elevados de vitamina K2 se benefician de una menor incidencia de osteoporosis y calcificación arterial, algo que no ocurre entre los consumidores de K1. Ésta es la principal diferencia entre ambas moléculas.
La vitamina K, en cualquiera de sus formas, actúa como un cofactor o molécula que participa en los procesos de coagulación sanguínea. Además, se comporta como un regulador del metabolismo y un antioxidante con un efecto protector para contribuir a disminuir el riesgo de desarrollo de diversos tipos de cáncer como el hepático, la leucemia, el cáncer de pulmón, de colon, oral, de mama y vesícula. También es necesaria para activar proteínas de la matriz extracelular de células óseas y de músculo liso que permiten la unión del calcio, regulando el metabolismo de los huesos y reduciendo el riesgo de la enfermedad cardiovascular al contribuir a prevenir las calcificaciones tanto arteriales como cardiacas.
La deficiencia de vitamina D3, puede provocar efectos que aparecen de forma insidiosa, generando una sensación inespecífica de cansancio y malestar. Si esta situación no se corrige, se manifestarán problemas en el metabolismo del calcio y otros minerales, lo que se traducirá en la aparición de osteoporosis, dolores articulares y lesiones óseas y musculares. Los problemas derivados del déficit de vitamina K2 afectarán en mayor medida a la capacidad de coagulación del cuerpo. Ante el mínimo roce, aparecerán hematomas, heridas o sangrado (por ejemplo, hemorragias en las encías tras el cepillado dental). En el caso de las mujeres, las menstruaciones se volverán muy abundantes y tardarán en desaparecer.
Algunos suplementos de Vitamina D3 con K2, incorporan calcio en sus fórmulas para ayudar a aumentar el soporte óseo. Además, se incluye Bioperine®, un producto patentado que contiene 95% de piperina extraída de la pimienta negra (Piper Nigrum L.) que activa la termogénesis, el mecanismo que promueve los procesos digestivos y también ayuda a una mejor y más rápida absorción del calcio en los huesos.
Los suplementos de vitamina D3 y K2 han sido sugeridos a individuos que pertenezcan a los siguientes grupos: mayores de 60 años, veganos o vegetarianos estrictos, individuos con una exposición limitada a la luz solar, mujeres postmenopáusicas, especialmente si sufren de pérdida de densidad ósea, personas obesas o que se han sometido a cirugía bariátrica o a algún tipo de resección intestinal, personas con problemas cardiovasculares como la hipertensión o insuficiencia cardíaca, personas que siguen dietas muy restrictivas o poco equilibradas y personas con insuficiencia renal. La combinación de vitamina D3 y K2 podría beneficiar especialmente a aquellas personas con una historia familiar o personal de eventos cardíacos asociados al depósito de calcio arterial. En este caso, la vitamina K2 actuaría como un elemento protector que impida el depósito de calcio arterial que puede provocar la suplementación con D3.
Ramona Ávila Núñez, Ph.D.
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