Salud y vida plena
En la actualidad, cuando se habla de salud, necesariamente hay que preguntar por qué existen tantas enfermedades en un mundo que se ufana de sus continuos desarrollos sociales, económicos, políticos y tecnológicos. La letalidad biológica y psíquica en el planeta es cada día más frecuente y aguda; abarcando a toda la humanidad sin distingo alguno de raza, edad, cultura, orientación sexual ni nivel socioeconómico.
Los múltiples organismos internacionales vinculados a la salubridad permanecen haciendo referencia al éxito de las políticas sanitarias implementadas por los países y exaltando los adelantos científicos alcanzados en materia de salud; sin embargo, la problemática sanitaria imperante dista mucho de estar siendo controlada y superada. Clínicamente, son observadas las agudizaciones y las virulencias de las enfermedades cardiovasculares, digestivas, hepáticas y renales; sumándose a ello los trastornos mentales como las angustias, las depresiones, las ansiedades y las demencias.
El rigor preponderante de la afectación sanitaria existente impone la necesidad impostergable de producir reflexiones que expliquen contundentemente el por qué de la permanencia, continuidad y agudización de los trastornos físicos y psicológicos; igualmente, que determinen los aspectos y circunstancias que se encuentra impidiendo que estos desequilibrios sean enfrentados y superados definitivamente; asimismo, que señalen los procederes que deben ser desplegados por los individuos para que asuman la producción de su propia salud.
Develar las causas que se hallan produciendo la actual problemática sanitaria impone que sean dejadas de lado las posturas unidimensionales, lineales y circunscritas que permanecen siendo utilizadas para dar cuenta de ella. Los enfoques mantenidos sólo permiten producir planteamientos esquemáticos y segmentados que no posibilitan contextualizar y dar espesor a la crisis, sólo refieren la problemática desde al binomio salud-enfermedad, lo que deja de lado la complejidad y la sistémica de las circunstancias que se encuentran produciendo y manteniendo el malestar biológico y psíquico en escena.
Explicar de manera conjugada los quebrantos sanitarios exige la asunción de posturas que relacionan orgánicamente la diversidad de circunstancias y aspectos que estructuralmente se encuentran produciendo y manteniendo esta situación de ausencia acuciosa de la salud; es la realización interpretativa integrada la que hace posible que puedan ser percibidas las múltiples causalidades que se hallan incidiendo en la generación del resquebrajamiento y la erosión del hecho saludable. Las enfermedades no representan causas únicas que permanecen agotadas en sí mismas; representan el resquebrajamiento integrado de la diversidad de aspectos que se hallan produciéndose. Las enfermedades son sistémicas. Estructuralmente, las causas originadoras de los desequilibrios físicos y psicológicos tienen que ser ubicadas dentro del sistema societario vigente. El actual orden social no hace de la salud el principio vital desde el cual debe ser desplegada la existencia.
Cuando es observada y evaluada la dinámica del sistema socioeconómico reinante, es percibido que los parámetros que lo soportan no viabilizan la salubridad; primordialmente, las premisas que activan el desenvolvimiento societario están sustentadas en la producción de mercancía, el consumo, la belleza física, la estética corporal y la acumulación de capital.
Estos principios son los que permanecen configurando, dinamizando y produciendo la orientación que muestra la experiencia del vivir; estas premisas son las que acaban delineando y generando la razón de ser que permanece dando sentido a la existencia. Desde este contexto, resulta muy difícil que las personas tengan a la salud como marco de referencia esencial y vital para sus vidas. El marco social actual no fomenta a la salud como uno de los valores cardinales de la existencia.
Fundamentalmente, la atmósfera societaria reinante sólo permanece demandando el cumplimiento de los requerimientos societarios establecidos; estas demandas conducen a que las personas subsistan centradas fundamentalmente en dar cumplimiento a las peticiones sociales instituidas, ello sin que importen las implicaciones negativas que tienen para la salud.
Permanecer cumpliendo las exigencias sociales se convierte en un accionar que niega toda posibilidad para que la persona haga consciencia de la generación y la preservación de la vida saludable. El hecho de no tener recursos para concebir la importancia esencial de la salud hace que tengan estilos de vida no saludables y permanezca consumiendo sustancias y productos nocivos que trastocan y erosionan el organismo de modo generalizado, lo que conduce a la enfermedad y la posterior muerte física.
Los actores sociales no es que rechacen premeditadamente la vida sana; simplemente, no tienen los recursos intelectivos para entender que deben permanecer haciendo conexión con la salud. Exaltar y asumir la vida saludable requiere la formación de conciencia que haga posible determinar integralmente los factores y las circunstancias que la posibilitan y, a la vez, percibir los hechos que la impiden. Las personas tienen que entender que la negación de la salud, y la persistencia de las enfermedades, sólo ponen en evidencia los marcos de vida desde los cuales existen socialmente; deben comprender que la condición de producto social en la que permanecen existiendo se convierte en el factor negador de la salubridad, y que sólo pueden subsistir viabilizado los desequilibrios físicos y psicológicos que padecen.
Permanecer en salud es vivir en consciencia. La salud representa una totalidad integrada que no sólo toma en consideración a las enfermedades y las causas que las producen sino que también está relacionada con el marco de vida que se constituye y el recuadro social dentro del cual se existe como experiencia de vida.
Sistémicamente, es integrando las múltiples dimensiones de lo social, de lo económico, de lo ideológico, de lo político y de lo culturalmente establecido como se puede llegar a explicar la diversidad de causas que se encuentran generando los desajustes biológicos y mentales que padecen las personas. Las enfermedades, por sí solas, no sólo representan la ausencia de la salud, también reflejan las consecuencias que se derivan de permanecer existiendo desde los principios fundantes y dinamizadores de lo socialmente establecido.
La persona tiene que producir las condiciones intelectivas que hagan posible generar el valor de la salud y su preservación. Las tiene que producir porque dentro del marco social existente no hay condiciones para promover la exaltación de la vida saludable.
Es produciendo su propia salud como se pueden lograr las condiciones que hacen posible una existencia productiva y exitosa. La producción de la salud constituye una labor personal consciente; es el trabajo que hace posible el desarrollo de las potencialidades humanas y la generación continua de la trascendencia.
Dr. José Esteban Roa Vivas.
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